29 de septiembre de 2014

Puertas que se solapan

Cuando se quiere más de la cuenta o se quiere en el momento incorrecto, no se puede intentar abrir sitio donde sólo hay hueco para una opción. Es vital ser consciente de lo nocivo que llega a ser estar pensando en dos cosas que se superponen, porque una hace que la otra flaquee y viceversa. Así no tienes ni dos, ni una, si no cero...
No se puede estar con la puerta del pasado abierta mientras que intentamos abrirnos una de futuro, puede que venga una ráfaga de viento y cierre las dos, o que te quedes aguantando a ambas puertas con tus manos, pero te impides a ti mismo pasar a través de una de ellas por no soltar la otra opción.
Añoranza y esperanza no pueden convivir de buenas maneras, se echan miradas incómodas la una a la otra, la otra intenta invadir el territorio de la una. Y seguro que, tú como "amigo" de ambas partes, salgas peor parado que ninguno de los tres por apoyar a sendos sentimientos a la vez.

25 de septiembre de 2014

Cambios de cabeza

La rutina resulta de lo más inofensiva cuando en el fondo no lo es para nada, está bien tener cierta estabilidad pero demasiada, es malo, llega a ser un soporífero perfecto para la mente que lo lleva todo bajo control. Y es que hay un alto riesgo automatizando nuestro quehacer, ponemos en peligro el dinamismo de los pensamientos. Cuanto más acostumbrados estamos a algo, más mecanizadas son nuestras acciones, usando tal vez demasiado el cuerpo pero casi nada el cerebro (Hola, existe).
En los cambios es donde siempre tenemos más inseguridades y más miedos, pero no por ello dejan de ser las partes donde más aprendemos de nosotros mismos y de lo desconocido. Los retos son estímulos directos para la mente, son el ejercicio adecuado para mantener y desarrollar, con el tiempo, sus capacidades. Es cierto que al enfrentarse a situaciones nuevas, uno entra en relativo estado de tensión, y mejor será entrar en ello que dejar salir sin motivos nuestra energía mental.

15 de septiembre de 2014

Como a un plátano pasado

¿A quién no le ha pasado alguna vez que lo trataran de una manera en especial (para mal) a causa de su apariencia? Cometer este error a veces es de lo más inocente, pero otras tantas de lo más doloroso, sobretodo cuando te pasa a ti. El que no se paren a mirar dentro de ti, más allá de tu piel, de tu cáscara, te dan la pata como a aquel plátano que lleva semanas en la nevera y cuyo aspecto no es de lo más agradable que te puedas encontrar. Pero puede que si esos mismos que te dieron un día aquella patada, te hubiesen conocido, te hubiesen descubierto la cáscara y se hubiesen atrevido a probarte, tal vez pensarían algo totalmente distinto sobre ti y seguramente, más acertado que lo que veían por fuera. No puedes forzar a que alguien se coma un plátano, pero tampoco puedes desprovechar las oportunidades en las que su apetito le dice que sí, que lo pruebe y se lo zampe.
Igual que pasa este caso también está el inverso, en el que una pieza de fruta tratada con químicos y sometida a medidas artificiales, de aspecto estupendo, cual manzana de Blancanieves, te envenenan hasta sus pepitas.