9 de mayo de 2012

Fielicidad

La felicidad es y no es. Estamos felices y no estamos felices.
¿Pero, la felicidad es la que nos tiene o nosotros somos los que la tenemos a ella?
Está claro que no está claro como describirla, pero tal vez no haya definición, sólo pura sensación. La felicidad no se piensa, se siente, se vive, se disfruta. La felicidad no se plantea como fin de tu vida, el planteamiento de tu vida contiene a la felicidad a través de su transcurso.
La felicidad en sí, es un ideal, y cada uno tiene una idea, con lo que cada uno tiene una distinta felicidad ideada.
La fidelidad y la coherencia que implica la felicidad para que exista es necesaria, ya que sin esa fidelidad entre real y no real ( ya sea imaginado, sentido, etc) tampoco se podría hablar de felicidad, ella es la que une lo real y lo no real, es la relación existente e inquebrantable que hay en la vida, dicha fidelidad (ya digo, entendida como coherencia) y dicha felicidad conformarían un todo indivisible: la fielicidad.
Pongamos que tenemos una balanza, en un lado ponemos la realidad y en el otro lo demás: sueños, deseos, aspiraciones, pretensiones, pasiones... Pues la felicidad más cercana a la utópica felicidad total sería el momento en el que la balanza está en equilibrio. Tan equilibradas estén ambas partes, así de feliz eres.
Pero siempre hay un "pero" y, tenemos que la realidad no es algo sobre lo que nosotros tengamos el poder de controlar, pero sí de nuestros sueños, deseos y tantas más cosas. Aunque no sea claro este control, ya que a veces nos dejamos llevar por ellas, nos inclinamos hacia el lado de la balanza donde están depositadas nuestras esperanzas, nuestras pasiones,  y entonces es cuando hay una diferencia entre la realidad y entre lo que pensamos o sentimos, ese contraste equivale a infelicidad finalmente, cosa no deseable. Por eso, siempre hay que tener el control relativo sobre nuestra propia "balanza" existencial, tener la fuerza necesaria para no dejarse inclinar hacia el lado de lo deseable, lo apetecible, lo seductor, lo imaginable así sin más, y no hacer caso de lo realmente real. Hay que tener un criterio por encima de todo, nuestro, propio, que defina donde está nuestro equilibrio, no dejarnos inclinar, tener siempre presente ambas partes de dicha balanza, tanto lo real como lo imaginado, lo sentido, lo soñado, lo deseado.

Así que, una de cal y otra de arena. Porque vivir sin ser feliz, no merece la pena. Es más, vivir sin ser feliz, no sería vivir.

5 de mayo de 2012

Pensamientos como nubes

Vuelan, vuelan, algunos pensamientos vuelan alto y te hacen sentir como si estuvieras en el cielo, otros son grises, te atormentan, igual que las nubes.
Pero esa "nube" que forma un pensamiento surge del mar, de la realidad, una idea se evapora y se eleva hasta tu cabeza, que es el cielo.
A veces los pensamientos varían con el transcurso del tiempo, pasan de ser nubes blancas a ser nubes grises... Que pasan de generar sonrisas a derramar lágrimas como gotas de aguacero.
Se diría que las nubes blancas son los pensamientos buenos que te rodean, los pensamientos que tienes presente; las nubes negras, los pensamientos oscuros, los pensamientos que tienes del pasado.
Entre tanta nube siempre debe regir y dominar el Sol (la razón) que haga resplandecer nuestro cielo (cabeza) que nos muestre todo como es y que no nos dejamos llevar por el viento de las nubes (los sentimientos)
Entre tanta nube siempre hay que tratar de tener los pies sobre la tierra.

Hay épocas de nubes, épocas de lluvia, mucha lluvia, pero no por ello hay que atormentarse, después de la tormenta siempre vuelve la calma. Y sale el Sol.