9 de noviembre de 2014

El muro de Cataluña

Ni podemos abrazar infinitamente lo que se quiere ir ni podemos poner un muro en medio para evitar verlo, ver que se hace realidad la separación. Tampoco podemos confundir aunque algunos nos lo quieran poner como conceptos paralelos y con ambigüedad, opinar y elegir. Que se haga voz de la declaración de una opinión mayoritaria, no debería ser entendido como ilegal, el oponerse a ello es de hecho, una grave inmoralidad y falta de empatía.
Que un grueso de los catalanes quieran y luchen por la independencia no es nada nuevo, aunque lo quieran poner como tal. Ese sentimiento existe, existió y existirá, creo que merece ser escuchado, pero de igual modo, deberían ser escuchadas las voces de los que queremos y entendemos hasta cierto punto a ellos que quieren separarse, que les trataran mal los mismos políticos que a nosotros también, que no se sientan no comprendidos, aunque sea ya irrevocable esa necesidad que tienen por ser libres, no están solos, seguro que hay muchos, como yo, que no desean y les duele que esto ocurra, pero que apoyarían una hipotética independencia, si hiciese falta, por la comodidad de todos. Dos no pueden estar juntos si uno no quiere, aunque esos dos formen parte de la misma pieza.
Aquí, como en la guerra que te matan por ser del bando contrario, y como en párvulos cuando dos se peleaban se decía aquello de "O eres mi amigo, o eres de los suyos", posicionarse a favor o en contra de la independencia de Cataluña conlleva, que te señalen y te obliguen a situarte en uno de los dos bandos, cuando en vez de señalar y de obligar, deberíamos dialogar y buscar una solución intermedia. De tal modo, una decisión, sea sí o  sea no, es imposible que no repercuta en algo, porque esa misma es la esencia de las decisiones, el cambio.