9 de octubre de 2013

Allí donde la vista y el tacto dejan de entenderse

Y es que a veces, siento tan visible lo que no puedo tocar, y otras, en cambio, no veo lo que sí podría alcanzar a tocar ¿Pero por qué os ponéis en tal desacuerdo, manos y ojos, por qué? Hacéis un truco de magia del que, lejos de sentirme maravillado, me encuentro destrozado al presenciar.
Después de eso, reflexiono y llego a la conclusión de que me convendría aprender a tocar antes de mirar, ya que las perspectivas me hacen pasar por malas jugadas; pero el tacto, en cambio no, puede que tenga las manos mojadas, manchadas, temblorosas... Sea como sea, siempre podré sentir algo cercano a lo que aferrarme, algo que está ahí de hecho, y que no se moverá si no lo suelto. En cambio, aquello que pienso ver, no tiene por sí mismo la total certeza de que esté cerca mío, puede ser todo lo contrario sin que lo perciba con mis propios ojos.
Mientras manos y ojos trabajen conjuntamente, no tiene porque ocurrir error alguno, ya que con ambos sentidos coordinados no se me escapará nada de aquello que quiera hasta el horizonte de lo posible, aquel sitio, sí... Allí donde la vista y el tacto dejan de entenderse.

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