Seguro que eres o conoces a alguien que, al ir en un asiento (de tren o de autobús) situado en sentido contrario al movimiento, se marea o comienza a no
encontrarse muy bien.
En estos casos es bien evidente y simple: si se quiere evitar esa
sensación la única opción es cambiarse de sitio, a uno con vistas hacia el
sentido correcto, es decir, el del avance.
Después de esta estupidez que acabo de escribir, pregunto, ¿por qué no
se nos podría hacer igual de fácil el dejar de mirar hacia cosas del pasado
justamente cuando tenemos dos cosas: la certeza de que no nos hará ningún bien
y la libertad personal (e incluso necesidad) de situarnos en un escenario con
mejor panorama?
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